miércoles, 5 de agosto de 2009

HIPOTECARIO

Hay que ganar mucho: la mayoría no tenemos tanta plata ahorrada- dice Cecilio- con voz de ilusión rota.
Marcela lo mira y calla, tiene en los ojos las ganas de terminar de cocer el pastel de papas, que los chicos coman y se vayan a dormir de una buena vez. Están insoportables, piensa mientras baja el horno, apura para que terminen la tarea, recoge ropa de la soga y escucha a su marido en tercer plano. Ella le dijo que no eran más que anuncios electorales, que esos créditos estaban lejos de gente común, como ellos: titulo secundario apenas, operario y administrativa en la misma fábrica. La que hizo que se conocieran hace once años.
Cecilio masculla que lo que tiene ahorrado no alcanza ni para señar medio baño. ¿De donde van a sacar el 30% que exigen? De ningún lado, esta claro, no hay posibilidad.
Ahora Marcela enchufa la plancha y apaga el horno. Las bombitas de bajo consumo son un tristeza, pero se ahorra; se dice mientras el silencio le hace sentir que él espera una respuesta entonces, sale del paso con un “y, claro” mientras repasa los guardapolvos de mitad de semana. Hace señas para que despejen la mesa. Ya está la cena y el hipotecario puede quedarse donde está porque nuevamente no serán parte, piensa sin querer continuar el tema porque le da bronca y comer con broncas no es bueno.
Cecilio dice que sería bueno que si pudiesen juntar un poco más... Marcela lo mira ¿un poco más? Con qué si apenas llegan a fin de mes, ya recortó todo lo posible pero no piensa vender su dignidad a la hora de la comida. Hay cosas que no se negocian - piensa: la comida, los libros para la escuela, algo de ropa de vez en cuando y un helado a la semana. No pide mucho, sólo espera que no quieran recortarle nada más.
Los chicos farfullan palabras, peleas, ruido doméstico. La plancha, la ropa, el frío primero, Cecilio que desangra esperanzas, la radio de fondo, la televisión que no cesa. Los guardapolvos en perchas van al picaporte de la puerta que da al patio. Apresura el pastel de papas, un poco de jugo de sobrecito, apaga la radio de tangos tristes, sube la tv, empieza gran cuñado. La familia integra la mesa, hay pan fresco.
Pone el canal de deportes para que Cecilio se despeje. Los chicos quieren a Tinelli. Ponen el canal de la dispersión. Faltan las servilletas. Marcela mira la familia, están juntos, alrededor de la mesa. Mira a su compañero de la vida. Sonríe. Mañana será otro día.

2 comentarios:

  1. bueno este cuento me parece que refleja la realidad de una familia que posee una vida rutinaria y quizas con pocas esperanzas de conseguir un vivienda propia, el cuento me parecio interesante.
    saludos!!!
    maria laura pajina.

    ResponderEliminar
  2. bueno este cuento me parece que refleja la realidad de una familia que posee una vida rutinaria y quizas con pocas esperanzas de conseguir un vivienda propia, el cuento me parecio interesante.
    saludos!!!
    maria laura pajina

    ResponderEliminar