martes, 10 de marzo de 2009

NO ES TAN DIFÍCIL MATAR A MAMÁ


No puedo llegar muy lejos. Hace poco Renata me miró y me dijo que no tenía razón, que eran ideas mías y que no era tan fácil matar a mamá. Le serví otro té e insistí que a lo mejor no era tan fácil pero que tampoco era imposible y que debíamos hacerlo antes de que se casase con ese viejo que la tenía loca y que seguramente estaba con ella por las tres propiedades y el jugoso seguro de vida que nos había dejado papá. Traté de que comprendiese todo lo que teníamos en juego y en peligro.

Papá murió hace seis años.
Es increíble como pasa el tiempo.
Luego de una penosa enfermedad le pidió al abogado cambiar el testamento y le dejó los campos a Nacho, nuestro hermano mayor, los locales a Renata y a mí; y a mamá la miró fijo y con una sonrisa sin fuerzas le pidió que no se preocupase, que nada iba a faltarle. Pobre papá. Ni se imaginaba que ella tan solo cuatro años después lo olvidaría y saldría con Facundo. ¡El baboso de Facundo que lo único que hace es causarle risitas histéricas, traerle flores y llevarla de viaje! Y no tenemos en claro quién paga los viajes, ni los trajes y zapatos caros de él. Sospechamos que mamá lo mantiene, y la verdad es que a Renata y a mí nos causa vergüenza su comportamiento.

Es por eso que la tarde que tomamos el té en casa mientras ella dormitaba en el sillón de la sala se lo dije. Renata tiene un poco de miedo. Pero yo le digo que nadie tiene porque enterarse: ¡Mucho menos Nacho! Que la adora. Claro la adora porque desde que se casó con Marita es sólo una visita los martes cuando almorzamos juntos. Pero yo estoy cansada. Ella está caprichosa y además insiste mucho en que no quiere estar sola. Yo sé que está preparando el terreno porque seguro que Facundo le dijo algo de casarse. Pero yo ya le dije a Renata que no lo voy a permitir, que si ella no me ayuda lo hago yo. Que sólo tengo que hallar la manera de ser prolija porque tampoco quiero pasarme el resto de mi vida lamentándome no haber sido puntillosa.

Renata volvió ayer e intentó sacarme el tema. Yo no quise hablar porque sé que va a intentar disuadirme. Pero ella no sabe de mi calvario con mamá. Cuando me doy cuenta que con mi edad me quedé a su lado, y ahora ella es más feliz que yo... que se ríe a cada rato y pretende que yo vuelva a llamar a Víctor después de que me hizo descubrirle todas las miserias. Lo que pasa es que ella ahora quiere deshacerse de mí de la misma manera que no me permitió ser una mujer casada en el momento que Víctor me había propuesto todo lo que una mujer desea escuchar, soñar y vivir. Ella ahora se lamenta de que yo no la deje sola. Pero no la pienso dejar porque no quiso que yo formase mi familia, no tengo por qué dejarla ser feliz. Digamos en pocas palabras, que debo pensar en algo para deshacerme de ella y que naturalmente quede todo para nosotros, como lo indican las leyes.

Ayer mamá salió del baño y se resbaló. Se dio un golpe fuerte en la cabeza y sus huesos quedaron un poco desvencijados. Vino el Doctor Simmonetti y me preguntó y luego cuando ella pudo hablar dijo lo mismo que yo, por tantas veces que se lo repetí, la convencí de cómo había sido el accidente. Facundo no se separó de mamá hasta que yo le pregunté si no tenía que trabajar. Porque según él, es un hombre ocupadísimo. Así que tuvo que desaparecer aunque sólo fuese por unas horas de la clínica. Cuando llegó Renata me miró desafiante. Yo me hice la estúpida. Y en cuanto quiso saber algo me ofendí de una manera tan creíble que terminó disculpándose. Eso es lo que tengo de bueno, las lágrimas me salen con facilidad. Debe ser la experiencia que me quedó de tantos años que hice teatro cuando juntábamos fondos para la obra del padre Romero en la Parroquia de Santa Felicitas.

Mamá se está reponiendo. Hace tres días la trajimos a casa con Renata. Nacho se puso a mi disposición pero como todo hermano casado es sólo una visita. Yo estoy hecha la mejor hija del mundo. El doctor Simmonetti dice que va a llevar mucho tiempo la rehabilitación y que no hay garantías. Facundo viene, pero ahora la casa la manejo yo, así que me tiene que consultar porque con la rotura de cadera mami no siempre está en condiciones de recibir visitas.
Las cosas a veces no salen como una se lo propone. Pero estoy segura que si fue así, es porque Dios nuestro Señor lo decidió de esta manera. En tanto sigo, con milésimas gotas de estricnina (a ella siempre le gustaron las almendras), cumpliendo con mi cometido.

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