jueves, 19 de marzo de 2009

TOLERANCIA CERO



Cuando me vi con la pistola apoyada en la sien del pobre infeliz, no atiné a pensar en todo lo posterior. Pero él me ayudo. Yo simplemente quería gatillar.

El inodoro estaba tapado hacía más de una semana. Le pedí a Raúl cuatro veces que pasase la cinta. El muy vago nunca me hizo caso y le dije que le prohibiría usar el baño. Se rió. Y eso me provocó una puntada en la boca del estómago.
Me di cuenta que me creía incapaz de cumplir mi amenaza. Y tenía razón porque vivía amenazándolo y nunca cumplía nada. Pero ese día busqué en el botiquín la llave de la puerta del baño - que había guardado cuando Joaquín comenzó a ir solito - y lo cerré y me llevé la llave a la oficina; total, Joaquín ese fin de semana estaría con el padre.

La lluvia repentina de la tarde me decidió a la tan postergada compra de un par de zapatos, los que llevaba puestos me habían humedecido los pies. Compré cuatro empanadas y una lata de cerveza, para más no me alcanzó. Si Raúl quería tomar algo, que se comprara.

Estaba durmiendo, como la mayoría de las veces con la tele prendida. Era el momento en que me agarraban arcadas y agradecía no haber tenido hijos con él y lloraba en silencio. Me senté en el banco de la cocina y me tragué tres empanadas. Cuando apagué la televisión se despertó. Me miró de reojo y con voz de ultratumba dijo: - si no me das las llaves del baño no sólo voy a mear en tus macetas sino que voy a cagar tus plantas... ¿Qué decís?... - desafió.
En ese momento como un recuerdo extranjero vi la imagen de nuestra primera salida y realmente no pude creer que eso era aquel mismo ser humano: - Si mañana no está el baño destapado me vuelvo a llevar las llaves y a vos te hago el bolsito ¿Oíste?...
- ¿Te volviste loca?
- No, loca estoy hace rato... sino no te hubiese podido aguantar...
- Vos... boluda, desde que vas a esa psicóloga de mierda estás cada vez peor... ¡Qué mierda te está poniendo en la cabeza esa hija de puta...! ¿eh...?
- Volvés con lo mismo... ¡Como te duele que vaya!... ¡Eso es porque tenés cola de paja...! y porque sabés que soy una frustrada y que me vendiste un boleto vencido... es eso... y que me de cuenta... ¡más te jode!... tenés miedo que se te termine la beca... ¿es eso no?... ya te dije si mañana el baño no está en condiciones te vas... y sabés que no estoy jodiendo...
- Decíme... vos querés que yo me vaya... decimelo no me amenaces ¿o... te pensás que no tengo a dónde ir eh? Decime, dale... hablá...
- Estoy cansada... ¡dejame dormir!...
- ¡Dormir una mierda!..., venís acá a decirme boludeces, ¡me negás el uso del sanitario y ahora estás cansada!... ¡estás muy mal eh!... ¡¿eso no te lo dice la boluda esa?!... eso...¡que estás muy mal!...
- Raúl terminala que no quiero más problemas, o arreglás el baño o te vas es mi última palabra y me importa una mierda a donde vayas, ¡ni tu vieja te quiere cerca...!
- ¡Con mi vieja no te metas!...
- Mirá mejor no hablemos... tengo sueño...
- Que tenés que decir de mi vieja ¿eh? Decíme... que tenés que decir si jamás se mete... que no jode... ¡que es una santa!...
- No se mete porque tiene miedo que te “devuelva”, por eso no se mete ¿o te pensás que no sabe el paquete que le saqué de encima?
- ¿No me querés más?, es eso... vos no me querés más... ¿No me querés más gorda?... no me hagas esto... ¿no me querés más?... ¿hay otro?... decíme la verdad... que sino me vas partir el corazón... decíme má... ¿No me querés más?
- ¡Cómo no te voy a querer más!... ¿Qué estás diciendo tonto?
- ¿Vos te das cuenta cómo me estás tratando últimamente...?
- Y... ¿Vos te das cuenta que hace un año que no trabajás y ni siquiera me ayudás con la casa?
- ¡Si sabés que estoy deprimido!...
- Todo lo que quieras querido... pero esto dejó de ser una clínica de reposo desde que tenemos tres meses de expensas atrasadas... ¿vos eso lo entendés “amorrrrr”...?
- Esta bien... pero... ¿qué tiene que ver eso con el baño tapado?...
- Que si mañana no lo arreglás te armo el bolsito... y además...
- ¿Ves? Ya me estás amenazando de nuevo... ¿ves como me tratás?
- No me enrosques... pensá lo que quieras... mañana el baño arreglado o te vas...

Hace un año que el baboso de don Roque me invita a tomar café. Él se cree que en algún momento voy a aceptar por el hecho de que tiene el poder de darme o no horas extras. A lo mejor no está tan equivocado.

La tarde estaba espléndida. Quizás era la primera tarde hermosa de la primavera y no tuve ganas de volver a casa. Arreglé con mamá para que se llevase a Joaquín a la casa del padre. Total ella y Jorge se juntan a menudo a tomar mate y sacarme el cuero. ¡También!... a lo mejor tienen razón... Pero con Jorge me aburría. Si, es cierto, no sabía lo que era pasar privaciones ni deber nada, sabía lo que era tener tarjeta de crédito, ¡y también!... lo que era dormirme durante quince días o más, sola, porque él se quedaba en su escritorio trabajando,... sabía todo lo bueno... y había olvidado lo que era la pasión... que finalmente, este energúmeno había vuelto a despertar en mí... ¡como cuando tenía veinte años..! Es apasionado, un payaso, un señor nadie que nada le importa y me hace reír. Y con él reí por los quince años de mi cara de culo durante mi matrimonio. Cara de aburrida, de anorgásmica, cara de frígida, cara de la señora del ingeniero Riobamba, y de un día para otro aceptar esa insistente invitación del vendedor que traía los insumos al estudio. Aceptar más allá de los mil consejos de mi mejor amiga que hoy finalmente, me contiene y me aguanta. Después dejar el estudio porque eran amigos de Jorge y no quise... Ahora morir en esa oficina gris... La plaza está plagada de chicos que corretean y juegan a la pelota. Pienso en Joaquín.

Don Roque me pidió que llevase a los viajantes hasta el aeropuerto. No tenía ganas pero tampoco me haría mal manejar un rato y despejarme. Joaquín pasaría la semana en la casa de su padre. Raúl seguramente seguiría durmiendo por cuanto no hacía falta avisar a nadie de mi tardanza. Me dio las llaves de la Vitara y emprendí el viaje.

La noche – después de despedir a los viajantes- me recibió lejos de Ezeiza, de mi casa y de todo lo conocido.
Tomé la autopista, empalmé caminos nuevos y me senté casi a las once de la noche en una parrilla de esas feas con aspecto de sucias donde paran los camioneros que viajan por el país.
Uno de ellos, con aspecto de no bañarse hacía por lo menos tres días me invitó con un vaso de vino y hablamos hasta muy tarde. Gracias a Dios no pretendía nada, sólo un poco de charla con una mujer (supongo porque nuestra conversación tuvo que ver con el país, la política, sus hijo, el mío, su mujer, mi pareja) De pronto, una furiosa molestia en los ovarios me decidió a pensar en la vuelta. Nos intercambiamos teléfonos sabiendo ambos, que jamás nos volveríamos a ver, ni a hablar, sin embargo, nos pareció bien.
El camino estaba oscuro. Busqué el encendedor por todas partes. Seguramente, lo había dejado en la parrilla. Me tiré sobre la banquina y revolví mi cartera. Tras agotar las posibilidades, abrí la guantera.
Fue cuando descubrí el arma.
Al principio me asusté.
Acto seguido proferí insultos contra Roque por haberla dejado allí. Podían haberme llevado en cana si me llegaban a parar. Emprendí el regreso un tanto intranquila. La ruta estaba despoblada. De vez en cuando algún micro trasnochado o un camión me hacía luces, los dejaba pasar y seguía tranquila. Al rato volví a abrir la guantera y la miré. Era linda. Estaba cuidada y brillosa. Cerré la guantera y apresuré el paso hasta salir a la ruta 205 que estaba más iluminada. Mis ovarios molestaban y comencé a sacar cuentas. Y si, a lo mejor estaba en fecha y no me había dado cuenta, ya no me preocupaba como en las primeras épocas con Raúl, tampoco había motivo para eso...

Cuando pasé Burzaco y llegué a Adrogué me asaltaron ganas de recorrer ese pueblo que lo sabía lindo. Me aparté, crucé las vías y recorrí la zona residencial y recordé viejas épocas cuando cursaba la facultad en el Normal ¿Sería el normal o el nacional?... El celular comenzó a marcar la batería baja. Pensé en Raúl y sentí mi casa tomada como el cuento de Don Julio, pero esto, era real. Y no tuve ganas de regresar aún. Sabía lo que me esperaba. Si bien el baño estaría arreglado, sentí injusto tener que armar una batalla cada vez que había que solucionar algo.
Salí por Alsina y crucé la barrera en Banfield. Sobre Irigoyen paré en una estación de servicio. Cargué nafta y bajé a tomar una cerveza que a esa hora no me quisieron vender.
Cuando regresé a la camioneta volví a mirarla. Era... ¡No entiendo nada de armas!... pero esa; definitivamente, me atrajo desde el primer encuentro.

Dejé la camioneta en el garaje de don Alberto. Él ya sabía que yo caía cada tanto con el coche de la firma. Y nunca quería cobrarme. Sería en honor a haber sido su cliente hasta que tuve que vender mi coche, un par de meses después de que Raúl se quedó sin trabajo.
Cuando abrí sigilosamente la puerta lo vi sentado, con la cabeza caída sobre su hombro derecho, con la tele prendida, baboseándose, profundamente dormido. No apagué la tele. Apenas si me enjuagué los dientes y me acosté.
No pude leer siquiera una página de la novela que venía tratando de terminar hacía más de un mes, en mi cabeza estaba la imagen del revólver. Sin sueño, y con ganas de volver a salir, pensé en Joaquín y la vida que había dejado de darle... (su único héroe ahora era su papá y me siento culpable...), dejé que el cansancio me venciera hasta que el sol diese en mi cara para levantarme.

Dejé la Vitara en el garage de la empresa y subí. Era el día que entregaban los tickets para el súper, así que me dediqué mentalmente, a hacer la lista.
Roque estaba esperando que le contase cómo me había ido. Sin embargo, no fui a su oficina hasta después del mediodía.
Un paquete metalizado azul con una gran moño rojo esperaba sobre el escritorio del viejo que se levantó cuando entré y me dio las gracias por sacarlo del apuro a la vez que tomaba el presente (así lo llamó) y lo extendió hacia mí. ¿A quien no le gusta recibir este tipo de sorpresas?... - me dijo Sonia cuando me recriminé haber aceptado el perfume importado que me regaló el viejo.
Llamé a Joaquín. Me dijo que no me extrañaba. Por un lado me sentí molesta y también una dulce sensación de tranquilidad me invadió. Mi amiga insistió en cenar juntas. Usaría su tarjeta y después se vería. De nuevo, y por enésima vez en el mes, no tenía ganas de regresar a casa. Pero era mi casa, la de Joaquín, la que Jorge había puesto a nuestro nombre para que viviésemos tranquilos. Todo era una pesadilla. Sin Jorge se llegaba a enterar de las expensas, primero sería hiriente y en medio de una sonrisita guacha me ofrecería la plata. Pero ya no. No quería más humillaciones. ¡Y Raúl que no hacía nada por intentar cambiar la situación! ¿Por qué a mí? - me encontré diciéndome mientras me miraba en el espejo del ascensor ( pasada la medianoche). ¡Tan imperdonable era el pecado de volver a enamorarse? ¿Me había enamorado o había sido un espejismo adolescente? ¿Qué me pasa? ¿ Y con Jorge qué? ¡Con Jorge nada! Esa pregunta ya me la había contestado hacía rato!... En el mismo espejo apareció mi madre (arpía y mala como siempre) con sus escándalos cuando se enteró que me quería separar. Y de pronto, como una tisana, algunas palabras de Alejandra, mi analista. Y seguidos, todos los recuerdos... todos mis sentimientos frustrados, y mis sueños... y Raúl que no es lo que pintó... y Joaquín... lo único que había hecho bien en mi vida... Joaquín...

Don Roque me invitó a almorzar. Sabía por qué era... por primera vez en tantos años dejé de negarme. Me sentí segura en aquel restaurante porque consideré que podría jugar de local. Lo primero que hizo fue preguntarme por el revólver. No sé porque mentí con tanta tranquilidad, aún no comprendo. Es más, me ofendí porque él pensó que tenía el arma en su camioneta y encima no me había avisado sabiendo que yo debía hacer un viaje largo con los extranjeros. Además le aclaré que no hurgaba su camioneta cada vez que me la daba. Se disculpó, - no, no lo tomes a mal pero estaba seguro que la había dejado allí cuando había “hecho bancos” (como decía él), no te enojes, estoy preocupado ¿sabés? ¡¿Cómo voy a desconfiar de vos?!... -pasamos a otro tema y no se habló más del asunto. Me enteré que por la tarde realizó la denuncia. Estaba nervioso el viejo. Supe que no podría usarla sin estar detenida en menos de un día. Pensé en “Yaguii” y “Nacho”. Ellos en una época andaban en el negocio. Cuando comencé a sacar la cuenta de la cantidad de años que no los veía... me perdí....

Los fines de semana tan ansiados en otra época, ahora me resultaban tortuosos días sin fin. Llamé a Joaquín, y Jorge aprovechó para explicarme que se iría con Elsa, su nueva pareja, una semana a Bariloche. ¡Por supuesto que podía llevar a Joaquín, para lo que tenía que vivir a mi lado!... además no tenía faltas, y ¡era segundo grado! Nada grave... ¡Que mejor que ir a conocer la nieve! – como me dijo mi bebé cuando el padre lo puso al teléfono. Pasaría a darme un beso - y no prepares ningún bolso, que ya fuimos de compras, no le hace falta nada... despreocupate... – ¿Por qué había sido tan estúpida? ¡Acaso no sería yo la que tendría que ir a Bariloche si no hubiese hecho la cagada de mi vida? ¿Por qué fui tan honesta y no me busqué un amante y nada más? además... ¿Hacía cuánto que alguien no me decía “despreocupate”? Que seguro que estaba Jorge de mí. Antes de mi respuesta ya le había comprado todo... Si, me daba cuenta que todos habían aprendido a manejarme, a conocerme... ¡Soy una previsible de mierda eso es lo que soy! – mi analista tenía aún mucho trabajo por delante – me dije en tanto llenaba el lavarropas de trapos por segunda vez. Miré todo a mi alrededor y traté de no pensar... “se puede vivir sin pensar”- de nuevo Cortázar y sus sentencias.
Terminé de pasar la ropa por la secadora y colgué en el balcón. Raúl escuchaba una audición de fútbol mientras repasaba los azulejos de la cocina. – de reojo lo observé un par de veces – se había asustado, pensé. Estaba hecho una seda. Pero ya era muy tarde. Después del almuerzo me invitó a hacer la siesta. Eran más que claras sus intenciones, y la verdad, no tenía ganas de pelear, tampoco de estar con él pero..., me metí en la cama... estuvimos hasta las nueve de la noche. Sentí lo mismo que el último año con Jorge. ¡Una angustia profunda se apoderó de mí!... A esa hora si no salía, iba a volverme loca.
Caminamos mucho, casi sin hablar. No dejaba de darme vueltas en la cabeza la imagen del revolver que había escondido en a parte alta del placard. Tomamos una cerveza sentados en una plaza, igual que todos los pendejos drogones. Hacía frío. Él me miraba con ternura, me acariciaba. Yo lo esquivaba. Nunca dudé de su amor. Pero eso no basta para vivir con alguien. Raúl sabía que estaba todo mal. Yo ya había tomado decidido.

Me levanté temprano. Apenas logré dormir un par de horas. En puntillas salí de casa y me senté en la escalera para ocultar muy bien el revólver. Desayuné en un bar de La Boca y paseé por la feria artesanal que recién se estaba armando. Caminé un buen rato por Almirante Brown hasta que llegué a la parada del 54. Al cruzar el puente de La Boca evoqué aquellas noches que volvía del I.S.E.R. Cuando bajé pude constatar que el barrio no había cambiado nada recorrí los negocios de siempre que estaban comenzando a levantar sus persianas. Me di cuenta que tendría que esperar hasta el mediodía para ver a los muchachos que conocía. Todos andaban de noche, así que antes de las 12, imposible encontrar a alguien. Caminé, no sin temor, por 25 de Mayo hasta Avenida Mitre. Compré el diario y me senté en la Plaza Alsina a leer tranquila. Raúl seguiría durmiendo. Era lo que mejor sabía hacer (le reproché con el pensamiento)
Comí comida china, tomé café irlandés, miré las vidrieras derruidas de Avellaneda y subí el 373.
Ahí estaban. Como hacía 12 años atrás. En el mismo lugar transando de la misma manera. Ellos también me reconocieron y se asombraron cuando los encaré. Uno de ellos, el mas joven había sido alumno mío cuando daba clases en Dock Sud. Tres años había trabajado de maestra, después había conocido a Jorge y me fui del barrio y... además no me gustaba ser maestra de grado. Estar a expensas de directoras mediocres y programas anquilosados, enseñar mentiras históricas y rendir pleitesías a las autoridades en cada acto escolar... ¡A la mierda con todo! Había sido una buena decisión.
Le mostré el revolver: - ¿Cuánto querés?
- No quiero plata. Quiero otro revolver...- dije tranquila al darme cuenta que no me preguntarían nada.
- Dame dos días.
- ¿Vuelvo el martes pero a la noche?...
- No te venga para acá, decime y yo te ubico... ¡así te no venís a la noche para acá!...
- ¿Querés que te lo deje?
- Si no tenés problemas...
- De qué... acaso ¿pensás jorobarme? - dije con una valentía que desconocía en mí.
- ¡Para nada!... tengo memoria...
- ¿Entonces?... te lo dejo, pero el martes sin falta por favor...
- ¿Eh... a qué se debe el apuro? – se rió
- A que quiero sacarme de encima a mi nuevo marido.
- ¿Vas a hacerlo vos? - se sonrió con cierta preocupación y sin juzgarme.
- Si..., no tengo plata para encargues...
- Pensálo, esto sería parte del pago... es buena -– me dijo mientras la toqueteaba y observaba - ¡ Hablemos el martes! ¿Si?... tranquilizate... todo es más fácil de o que creés... ¿Tus viejos bien?...
- Mamá sí. Papá sigue guardado...
- ¿Todavía?
- ¿Viste lo que es no tener un padrino?... - agregué en un intento de redimirme - pensálo... cuidate...
- ¡Acá no pasa nada!... Él porque fue para la capital... aunque ahora allá está igual que acá... no pasa nada... me alegra ayudarte... hace mucho que tengo una deuda con vos... es más creí que nunca la iba a saldar... te fuiste... - me dijo haciendo referencia a mis ayudas en la escuela... (Le había “fabricado” un par de certificados para que no quedase libre).
- Olvidate...
- No... ¡los favores se pagan!...
- Bueno me voy...
- ¡El martes!...
- Si, ¡el martes!...

Caminaba como una borracha. Mis pensamientos, uno sobre otro no me permitían ver , ni andar bien... algo en mí... algo estaba revolviéndose, algo, Jorge, mi vida, Joaquín mi vida, Raúl mi vida, mi coche que ya no tengo, Bariloche, mi vida, las ausencias, el baño tapado, la ropa tirada, bajar la cabeza para no quedar sin trabajo, el viejo asqueroso que se insinúa, mi hijo, la noche, la mañana, Bariloche, camina, el colectivo y él durmiendo o viendo tele, mis zapatos gastados y húmedos, el colegio que no puedo bancar, y Jorge haciéndose el todopoderoso y me da plata escondida pero delante de Joaquín para tener una complicidad conmigo y demostrarme su poder y llegar y hacer todo... limpiar el inodoro, la cama, la ropa, la comida, el sueño que no concilio, los sueños postergados, otra vez ver a mis amigas que me dicen chau porque se van de vacaciones y yo me la Bancaría si mi pareja hace el mismo esfuerzo que yo pero no, no es mi ladero... sólo mira tele y se deprime y a veces pasa tres o cuatro o diez días sin bañarse... pero lo quiere a Joaquín... no sé si lo quiere... o es un cómodo... ( si no se banca a los hijos propios...) o... y mis arrugas.... ¡me estoy arrugando!, estoy dejando pasar mis mejores años... estoy dejándome abandonar en una ochava de la oficina,... y resolver problemas que no son míos sólo para dos horas extras por día... y los tickets que en realidad alcanzan para una semana o diez días sólo para eso... ¿para qué? Si Raúl... si Raúl... dejé todo por él, mi vida... la mejor que conocí... no como mi vieja que dejó su vida por ese hijo de puta que no hizo más que afanar... mas que robar y robarnos sueños e ilusiones.. y aguantar a mamá llorando cada noche que papá no venía a casa o venía escapándose, y yo preguntando y ella inventando hasta aquel maldito día y después Jorge y mentir para no espantarlo.... y el tedio y la rutina pero mejor que mamá y ella queriendo que yo viviera una vida mejor... sin embargo, el tedio... a vos porque no te pasó como a mí ¡y yo que culpa tengo de lo que te paso a vos? Entonces separarme y Raúl como un oasis que nunca fue... y Raúl mirando tele o durmiendo sin querer siquiera bañarse a veces... y Joaquín que pregunta y yo que miento como mi mamá... No... no...

A la media cuadra regresé. Le pedí el revolver. Me miró con reprobación pero no dijo nada. Lo limpió bien. Me sonreí y le expliqué que lo iba a pensar, que de todas maneras nos viésemos el martes a no ser que lo llamara al número que me había dado. – Si no tenés noticias mías por favor vení.
Sabía que era de confianza.
Regresé tranquila a casa. Raúl estaba hecho una furia. Que no le aviso a dónde voy. Que mi vieja no sabía decirle nada. Que para mi vos andás con otro. Que si no te alcanza decíme y te doy más - ¡¿Qué me vas a dar vos!? ¿Más que problemas y disgustos hijo de puta? ¿O vos te pensás que las cosas se arreglan con ese bulto que tenés entre las piernas? ¡¿Eh?! ¡¿Que carajo tenés en la cabeza boludo?!
No me contestó. Supe que no lo haría por lo azorado que lo vi. Claro si yo jamás había sido así. Jamás lo había insultado más que la otra noche. Nunca le había hecho frente. Ahora sentía que estaba jugada.
Se me abalanzó. No supe si para abrazarme o para darme un bife. Mi reacción fue más rápida. Fue cuando saqué el revolver, de golpe, con movimientos rápidos del fondo de mi bolso. Mi manos no temblaron pero si transpiraban. Con el bolso aún colgado del hombro le apunté a la sien. Se quedó muy quietito. Pálido. Empezó a temblar. Me di cuenta que quería decirme algo pero no le salía.
Él también transpiraba.
Cuando pudo esgrimir palabra alguna sólo dijo - me voy, no hagas una locura, pensá en Joaquín. Está bien. Calmate, no hagas locuras, tranquilizate... me voy... en serio... quedate tranquila, pensá de verdad, tené en cuenta en serio a Joaquín, yo no importo... Joaquín... pensá en él... yo agarro las cosas y me voy... baja el arma... por favor... estás tan nerviosa últimamente... baja el revólver ¿Si?
Fue la primera vez en los últimos meses que escuché de su boca algo coherente: tenía que pensar en el nene. Me quedé unos instantes así. Me gustó mucho verle esa cara cargada de pánico. Era una buena venganza después de toda su indiferencia. Con la pistola aún sobre su sien lo hice arrodillar. Pedirme perdón por los malos tratos y su abulia. Me pidió perdón en cien tonos de voz diferentes.
- Si no te vas en diez minutos te mato - fue lo único que dije mientras le tiraba una bolsa de residuos de consorcio en los pies para que juntase sus cosas. Mientras lo hacía no dejé de apuntarlo. Tenía muchas ganas de matarlo. Tengo ganas de matarlo - me dije- ése era el deseo. Sentí por un momento que podía recuperar el tiempo perdido. Pero no, no era cierto. Aunque matarlo sería hacer algo por el bien de la humanidad – pensé ¿Y Joaquín? Joaquín... Joaquín... Cada vez que me tentaba pensaba en él y su “sonrisa sol” como le decía su maestra de primer grado. No podía joderle la vida así a mi hijo, ni arruinármela yo por ese malparido.
Finalmente, se fue.


Dormí desde el domingo hasta ahora.
Por suerte el médico de la empresa no vino y si tocó timbre no lo escuché. La ducha bien tibia me reanimó y siento que la sangre vuelve a correr por mi cuerpo. Tengo sed. Mucha sed. Una música de arpas, de violines y suaves contornos de luz llegan hasta mi cuerpo. Me siento más liviana. Seguro que hoy llama Joaquín... mi madre por suerte no molestó o no la escuché que sería mejor... Me voy a pintar, buscar mi mejor ropa, voy a salir a caminar... voy a tratar de ser feliz y recuperar mis sueños, y cuando llegue la noche veré a Grillo.
No sé bien si le voy a ofrecer el arma y ganarme unos pesos, o se la voy a dar en parte de pago.

martes, 10 de marzo de 2009

NO ES TAN DIFÍCIL MATAR A MAMÁ


No puedo llegar muy lejos. Hace poco Renata me miró y me dijo que no tenía razón, que eran ideas mías y que no era tan fácil matar a mamá. Le serví otro té e insistí que a lo mejor no era tan fácil pero que tampoco era imposible y que debíamos hacerlo antes de que se casase con ese viejo que la tenía loca y que seguramente estaba con ella por las tres propiedades y el jugoso seguro de vida que nos había dejado papá. Traté de que comprendiese todo lo que teníamos en juego y en peligro.

Papá murió hace seis años.
Es increíble como pasa el tiempo.
Luego de una penosa enfermedad le pidió al abogado cambiar el testamento y le dejó los campos a Nacho, nuestro hermano mayor, los locales a Renata y a mí; y a mamá la miró fijo y con una sonrisa sin fuerzas le pidió que no se preocupase, que nada iba a faltarle. Pobre papá. Ni se imaginaba que ella tan solo cuatro años después lo olvidaría y saldría con Facundo. ¡El baboso de Facundo que lo único que hace es causarle risitas histéricas, traerle flores y llevarla de viaje! Y no tenemos en claro quién paga los viajes, ni los trajes y zapatos caros de él. Sospechamos que mamá lo mantiene, y la verdad es que a Renata y a mí nos causa vergüenza su comportamiento.

Es por eso que la tarde que tomamos el té en casa mientras ella dormitaba en el sillón de la sala se lo dije. Renata tiene un poco de miedo. Pero yo le digo que nadie tiene porque enterarse: ¡Mucho menos Nacho! Que la adora. Claro la adora porque desde que se casó con Marita es sólo una visita los martes cuando almorzamos juntos. Pero yo estoy cansada. Ella está caprichosa y además insiste mucho en que no quiere estar sola. Yo sé que está preparando el terreno porque seguro que Facundo le dijo algo de casarse. Pero yo ya le dije a Renata que no lo voy a permitir, que si ella no me ayuda lo hago yo. Que sólo tengo que hallar la manera de ser prolija porque tampoco quiero pasarme el resto de mi vida lamentándome no haber sido puntillosa.

Renata volvió ayer e intentó sacarme el tema. Yo no quise hablar porque sé que va a intentar disuadirme. Pero ella no sabe de mi calvario con mamá. Cuando me doy cuenta que con mi edad me quedé a su lado, y ahora ella es más feliz que yo... que se ríe a cada rato y pretende que yo vuelva a llamar a Víctor después de que me hizo descubrirle todas las miserias. Lo que pasa es que ella ahora quiere deshacerse de mí de la misma manera que no me permitió ser una mujer casada en el momento que Víctor me había propuesto todo lo que una mujer desea escuchar, soñar y vivir. Ella ahora se lamenta de que yo no la deje sola. Pero no la pienso dejar porque no quiso que yo formase mi familia, no tengo por qué dejarla ser feliz. Digamos en pocas palabras, que debo pensar en algo para deshacerme de ella y que naturalmente quede todo para nosotros, como lo indican las leyes.

Ayer mamá salió del baño y se resbaló. Se dio un golpe fuerte en la cabeza y sus huesos quedaron un poco desvencijados. Vino el Doctor Simmonetti y me preguntó y luego cuando ella pudo hablar dijo lo mismo que yo, por tantas veces que se lo repetí, la convencí de cómo había sido el accidente. Facundo no se separó de mamá hasta que yo le pregunté si no tenía que trabajar. Porque según él, es un hombre ocupadísimo. Así que tuvo que desaparecer aunque sólo fuese por unas horas de la clínica. Cuando llegó Renata me miró desafiante. Yo me hice la estúpida. Y en cuanto quiso saber algo me ofendí de una manera tan creíble que terminó disculpándose. Eso es lo que tengo de bueno, las lágrimas me salen con facilidad. Debe ser la experiencia que me quedó de tantos años que hice teatro cuando juntábamos fondos para la obra del padre Romero en la Parroquia de Santa Felicitas.

Mamá se está reponiendo. Hace tres días la trajimos a casa con Renata. Nacho se puso a mi disposición pero como todo hermano casado es sólo una visita. Yo estoy hecha la mejor hija del mundo. El doctor Simmonetti dice que va a llevar mucho tiempo la rehabilitación y que no hay garantías. Facundo viene, pero ahora la casa la manejo yo, así que me tiene que consultar porque con la rotura de cadera mami no siempre está en condiciones de recibir visitas.
Las cosas a veces no salen como una se lo propone. Pero estoy segura que si fue así, es porque Dios nuestro Señor lo decidió de esta manera. En tanto sigo, con milésimas gotas de estricnina (a ella siempre le gustaron las almendras), cumpliendo con mi cometido.

miércoles, 4 de marzo de 2009

ETERNA

A veces se sienta a escuchar música mientras espera que el alba vuelva a inundar sus contornos ajados.
De vez en cuando, se deja emborrachar por imágenes viejas que caen como accidentes de un naufragio viejo.
Entonces... cuando ya nada se resuelve, cuando la basura le llega al cuello y cada instante le lacera sus sienes, rompe con sus contornos y se arrastra por toda la tierra hasta enardecer su piel.
Luego, y como una bendición siempre esperada, se deja caer hasta quedarse dormida. Total, sabe que la espera otro día, y después otro, y más tarde otro.

Nunca termina de arrepentirse de la maléfica noche en que cambió ese secreto por la vida eterna.
Por más que intenta infinidad de veces romper el trueque, Él no la volvió a escuchar.
Y tres siglos más tarde, lejos del desastre nuclear y los accidentes ambientales, sola en todo el universo, sólo le resta escuchar música lejana y esperar que se haga la nueva jornada.