miércoles, 23 de septiembre de 2009

VIDA DE NACHO


Nacho terminó el secundario y comenzó facultad. Fue alumno en cuadro de honor por perseverante, sin sobresaltos. Sueña con tener su propia banda de música.
Padres de clase media trabajadora con sueños quebrados y proyectos a medias por vaivenes de la economía.
Nacho necesita trabajo. Demasiado joven y sin experiencia. Ve como se le cierran las puertas excepto las de los call.
Muchas horas de trabajo después recibiendo insultos por teléfono cobra primer sueldo mucho más flaco que “mínimo, vital y móvil”.
Estudia de noche, toma birrita viernes y sábado, sueña todos los días. No aporta en la casa por impedimento real. Apenas llega a fin de mes después de colectivo, apuntes de la facu y dos entradas a bailar y una al cine.
Se queja mientras mira a su padre que tiene el ceño agotado y madre gris que estira el presupuesto, que prácticamente está roto. Alquiler y expensas que suben, comida por las nubes. Servicios que no hay que usar para poder seguir pagando. Inseguridad en el barrio. Asalto a dos cuadras del trabajo. Cortes en la avenida. Discusiones que se suscitan por política barata. Televisión bullanguera. Radio que regala viajes. Diarios que no se compran más. Monedas que escasean. Y de nuevo otro asalto esta vez con golpe en la nuca y medio día de observación en hospital. Subtes que paran en mitad de recorrido. Fotocopias que volvieron a aumentar. Profesores malhumorados. Obra social incierta y con turnos para dentro de dos meses.

Nacho quiere una vida diferente.
Intenta microempredimiento con amigo de la escuela. Dinero inicial escaso, fantasías muchas. Comienza a levantarse con el sol. Patea asfalto en busca de mejores precios para competir. Producen amplificadores de sonido. Venden cuatro. Venden tres. Venden tres más y el cheque viene rebotado. Papeles y más papeles. Una cola tras otra, trámites y agotamiento. ¿Cómo se cobra?
Noche sin brillo al acercarse la primavera. Una novia que ya no da para más y el desaliento de la primera caída: los cheques no se cobraron. Otra vez buscar trabajo. Otra vez mirar clasificados contados con los dedos de una mano.
Llama tío que además es padrino.
Vive en Portugal hace seis años. Venite. Probá suerte sos joven es una buena experiencia si no te gusta o extrañás te volves. Te mando pasaje.
La mamá de Nacho llora a escondidas. El papá dice que es una buena oportunidad.

Nacho viajó hace dos años. Quiere ver a sus viejos y a los amigos que quedaron encallados. Manda e mails cada vez más espaciados. Cuenta cosas maravillosas. Trabaja en una empresa, toca saxo los viernes en un pub.
Mamá de Nacho lee correos electrónicos entre borrosas letras de sal, el papá también.
Quedó la familia chiquita.
Nacho dice que no vuelve. Que está bien. Que no lo asaltan, que el sueldo le alcanza. Que conoció una chica española. Que va a juntar plata para que lo vayan a visitar.
Nacho, ya no es de acá.

LA MUJER DEL REO








Se había puesto un poco loco – le dijo al comisario mientras miraba de reojo al grandote muerto en el piso. Ya desangrado.
-¡Me importa una mierda…! No es una explicación que se le pueda dar a nadie – gritó mientras con el pie movía al muerto, en busca de algún signo vital que no apareció- ¡llamen a una ambulancia…! ¡que venga algún familiar! Fíjense que no quedemos mal. Piensen bien lo que van a decir porque esta vez yo no banco a nadie, ¡cuando hay campaña política no se puede disfrazar nada carajo!. Agregó.

La noche pasó con velocidad. Los procesos mentales de Juan Ruiz no se detuvieron ni un instante. Eran preguntas una detrás de la otra.

Al otro día cuando tuvo que mirar a la mujer de Bravo a los ojos estuvo impávido. Hasta le dio el pésame a Sandra.
En la declaración adujo que el reo había comenzado a golpearse solo contra la pared y cuando quisieron sacarlo de la celda se dio de canto con la puerta de hierro.

Después de todo lo sucedido – Juan Ruiz estuvo demorado 72 horas – llegó a su casa, abrazó a su mujer y se puso a babucha a su hija. Cenaron en silencio porque estaba la final de un concurso de canto.
A pocas cuadras, la viuda de Bravo encendía una vela, mientras su pequeño preguntaba por qué su padre se demoraba tanto en llegar. Supo que ya no volvería a ver a su hombre y tampoco a Juan Ruiz, su amante de tantos años.

TIEMPO DE DESCUENTO


Raúl hace mucho que se jubiló. Ahora sus días discurren entre pastillas de distintos colores, el club de jubilados y la plaza.
Conoció a Emma. Es una viuda agradable que le gusta hablar poco y a esta altura de la vida la gente no cambia – piensa Raúl en tanto se encuentra frente a una vidriera con anillos. Quiere elegir uno para regalarle. Es cuando le suena el celular que le compró el nieto, y se entera de que Emma esa tarde no irá a la plaza porque un fuerte resfrió le impedirá salir.
Hace frió en la tarde cerrada y gris de julio.
Raúl regresa a su casa por la calle Libertad que luego se hace Salta y dos cuadras más para encerrarse en su departamento que hoy mira y le queda grande. Recuerda cuando lo compraron hace cuarenta y cinco años. Todo parecía chico con los tres hijos pequeños.
Prende la televisión y habla solo en contra de los programa de chimentos.
Más tarde va a llamar a Emma. De una buena vez y aunque sea por teléfono la va a invitar a vivir juntos. Ella no puede seguir en esa pieza de pensión a la espera de un juicio que cuando salga seguramente, será para que lo cobren los hijos. Además, la extraña.
Raúl ya habló con los suyos para decirles que se queden tranquilos que con Emma están muy bien y quiere vivir con ella porque le resulta una buena compañía. Y a la semana siguiente los hijos cayeron con los papeles del departamento “para estar todos más tranquilos y evitar una sucesión el día de mañana” adujo el mayor, el abogado.
Está bien, si ellos no me pidieron nada cuando quedó viudo, es lógico que quieran estar tranquilos ahora que iba a traer una mujer – se dijo. No se opuso, fueron a la escribanía y firmaron lo que hacía falta. Pero con usufructo en vida, hizo escribir una cláusula; no le importó que lo tomasen como ofensa.
Ahora están todos tranquilos y él podrá hacer su vida, o lo que resta de ella con Emma.
Mañana o pasado cuando ya esté mejor le dirá que traiga sus cosas, total no pueden ser muchas; eso sí, que trate de que ese espacio sea solamente para los dos, sin muchas visitas ni invasiones familiares. Pero eso lo tiene que hablar personalmente – piensa mientras cuelga el auricular.
Siente mariposas en el pecho como si tuviese 17 años, y sonríe. No, no va a aguantar tantos días. Mejor la llama. Y le pregunta si puede pasar a verla, total él tiene la vacuna y por un resfrío no muere nadie, cavila.
Raúl ha decidido resolver todo cuanto antes.
Es bueno tener un proyecto, se dice en tanto se pone el abrigo y ve por el ventanal que ha comenzado a lloviznar. Es bueno tener con quien mirar televisión y tomar unos mates en una tarde como esta, le va a decir cuando la vea – piensa y busca la bufanda. Es bueno tener una ilusión pasados los setenta y tantos, siente mientras se coloca la gorra. Es bueno volver a enamorarse en cualquier momento de la vida, se dice y sale.