Nacho terminó el secundario y comenzó facultad. Fue alumno en cuadro de honor por perseverante, sin sobresaltos. Sueña con tener su propia banda de música.
Padres de clase media trabajadora con sueños quebrados y proyectos a medias por vaivenes de la economía.
Nacho necesita trabajo. Demasiado joven y sin experiencia. Ve como se le cierran las puertas excepto las de los call.
Muchas horas de trabajo después recibiendo insultos por teléfono cobra primer sueldo mucho más flaco que “mínimo, vital y móvil”.
Estudia de noche, toma birrita viernes y sábado, sueña todos los días. No aporta en la casa por impedimento real. Apenas llega a fin de mes después de colectivo, apuntes de la facu y dos entradas a bailar y una al cine.
Se queja mientras mira a su padre que tiene el ceño agotado y madre gris que estira el presupuesto, que prácticamente está roto. Alquiler y expensas que suben, comida por las nubes. Servicios que no hay que usar para poder seguir pagando. Inseguridad en el barrio. Asalto a dos cuadras del trabajo. Cortes en la avenida. Discusiones que se suscitan por política barata. Televisión bullanguera. Radio que regala viajes. Diarios que no se compran más. Monedas que escasean. Y de nuevo otro asalto esta vez con golpe en la nuca y medio día de observación en hospital. Subtes que paran en mitad de recorrido. Fotocopias que volvieron a aumentar. Profesores malhumorados. Obra social incierta y con turnos para dentro de dos meses.
Nacho quiere una vida diferente.
Intenta microempredimiento con amigo de la escuela. Dinero inicial escaso, fantasías muchas. Comienza a levantarse con el sol. Patea asfalto en busca de mejores precios para competir. Producen amplificadores de sonido. Venden cuatro. Venden tres. Venden tres más y el cheque viene rebotado. Papeles y más papeles. Una cola tras otra, trámites y agotamiento. ¿Cómo se cobra?
Noche sin brillo al acercarse la primavera. Una novia que ya no da para más y el desaliento de la primera caída: los cheques no se cobraron. Otra vez buscar trabajo. Otra vez mirar clasificados contados con los dedos de una mano.
Llama tío que además es padrino.
Vive en Portugal hace seis años. Venite. Probá suerte sos joven es una buena experiencia si no te gusta o extrañás te volves. Te mando pasaje.
La mamá de Nacho llora a escondidas. El papá dice que es una buena oportunidad.
Nacho viajó hace dos años. Quiere ver a sus viejos y a los amigos que quedaron encallados. Manda e mails cada vez más espaciados. Cuenta cosas maravillosas. Trabaja en una empresa, toca saxo los viernes en un pub.
Mamá de Nacho lee correos electrónicos entre borrosas letras de sal, el papá también.
Quedó la familia chiquita.
Nacho dice que no vuelve. Que está bien. Que no lo asaltan, que el sueldo le alcanza. Que conoció una chica española. Que va a juntar plata para que lo vayan a visitar.
Nacho, ya no es de acá.
Padres de clase media trabajadora con sueños quebrados y proyectos a medias por vaivenes de la economía.
Nacho necesita trabajo. Demasiado joven y sin experiencia. Ve como se le cierran las puertas excepto las de los call.
Muchas horas de trabajo después recibiendo insultos por teléfono cobra primer sueldo mucho más flaco que “mínimo, vital y móvil”.
Estudia de noche, toma birrita viernes y sábado, sueña todos los días. No aporta en la casa por impedimento real. Apenas llega a fin de mes después de colectivo, apuntes de la facu y dos entradas a bailar y una al cine.
Se queja mientras mira a su padre que tiene el ceño agotado y madre gris que estira el presupuesto, que prácticamente está roto. Alquiler y expensas que suben, comida por las nubes. Servicios que no hay que usar para poder seguir pagando. Inseguridad en el barrio. Asalto a dos cuadras del trabajo. Cortes en la avenida. Discusiones que se suscitan por política barata. Televisión bullanguera. Radio que regala viajes. Diarios que no se compran más. Monedas que escasean. Y de nuevo otro asalto esta vez con golpe en la nuca y medio día de observación en hospital. Subtes que paran en mitad de recorrido. Fotocopias que volvieron a aumentar. Profesores malhumorados. Obra social incierta y con turnos para dentro de dos meses.
Nacho quiere una vida diferente.
Intenta microempredimiento con amigo de la escuela. Dinero inicial escaso, fantasías muchas. Comienza a levantarse con el sol. Patea asfalto en busca de mejores precios para competir. Producen amplificadores de sonido. Venden cuatro. Venden tres. Venden tres más y el cheque viene rebotado. Papeles y más papeles. Una cola tras otra, trámites y agotamiento. ¿Cómo se cobra?
Noche sin brillo al acercarse la primavera. Una novia que ya no da para más y el desaliento de la primera caída: los cheques no se cobraron. Otra vez buscar trabajo. Otra vez mirar clasificados contados con los dedos de una mano.
Llama tío que además es padrino.
Vive en Portugal hace seis años. Venite. Probá suerte sos joven es una buena experiencia si no te gusta o extrañás te volves. Te mando pasaje.
La mamá de Nacho llora a escondidas. El papá dice que es una buena oportunidad.
Nacho viajó hace dos años. Quiere ver a sus viejos y a los amigos que quedaron encallados. Manda e mails cada vez más espaciados. Cuenta cosas maravillosas. Trabaja en una empresa, toca saxo los viernes en un pub.
Mamá de Nacho lee correos electrónicos entre borrosas letras de sal, el papá también.
Quedó la familia chiquita.
Nacho dice que no vuelve. Que está bien. Que no lo asaltan, que el sueldo le alcanza. Que conoció una chica española. Que va a juntar plata para que lo vayan a visitar.
Nacho, ya no es de acá.