jueves, 10 de diciembre de 2009

UNA REALIDAD


Miguel se levantó esperanzado esa mañana.
Había sol triste de otoño aletargado. Miguel ama el otoño y dice siempre que no tendría que existir otra estación. Que la primavera tiene demasiado buena prensa pero que es de lo más inestable, que el verano es para que los ricos paseen mientras los miramos por tv y el invierno para que los pobres se mueran de frío mientras los mismos ricos del verano esquían- sostiene.
Puso a calentar el coche. Porque Miguel no es de lo que arrancan y se van. Su mujer lo saluda con un beso tibio mientras le alcanza el último mate de la mañana y se lo pasa por la ventanilla en tanto, pasa la escoba por la vereda.

Miguel ha decidido hace unos días que quiere enfrentar la vida de otra manera. Está por cumplir 53 y ya está. Lo que se logró hasta acá alcanza y es suficiente como para vivir una vida digna- se dice mientras llega a la avenida Mitre.
Se sube una mujer madura que le pide que la lleve hasta 2 cuadras antes del obelisco – empezamos bien – cavila mientras baja la banderita y desde Sarandí emprende viaje.
El tránsito está alocado es insoportable.
Es el precio por vivir tan cerca de todo, señora, esto es así. Si uno viviese en Brandsen o Luján… la vida sería otra - le escatima como respuesta al rezongo mañanero de la pasajera.
El microcentro es un hervidero de gente que va de acá para allá. La pasajera ya descendió.
Por la radio avisan que no vaya por “el Bajo” porque en el ministerio de trabajo hay concentración. Entonces Miguel toma por Figueroa Alcorta y se va para Palermo y después anda por Belgrano y el mediodía lo encuentra en Núñez.
Suben y bajan pasajeros y hablan y el contesta con monosílabos porque no es de hablar mucho.
Una lluvia de humedad y cielo pesado se diluye antes de comenzar. Aunque dura 3 minutos a él le viene bien porque un señor mayor con un chico, le pide si lo lleva hasta la provincia. Desde Caballito hasta ¿dónde? Porque ya es hora de mi regreso por eso le pregunto.
Voy a Sarandí le dice el anciano que carga nieto de matrimonio separado. Miguel se sonríe.

El mate de aperitivo lo espera con un cuernito de grasa y noticiero viscoso, el llamado telefónico de su hijo es un regalo muy especial: van a ser abuelos. Decide apagar noticiero, quiere disfrutar.
Los chicos vienen para acá quieren festejar con un vinito y unos choripanes que traen ellos - dice la mujer mientras a Miguel le brilla la mirada. Hacía ya cuatro años que esperaban la noticia.
Abraza a su compañera de siempre y ella abraza junto a él esta vida tan simple que por ahora viene sin sobresaltos. Sencilla, sin grandes cosas, con enormes alegrías de vez en cuando. Y con tristezas que son la ley de la vida.
Suena el timbre y va al encuentro de un hijo que desde hoy ya no es el mismo, y una nuera alocada que siempre pone la nota de griterío y risas fuertes.
Todos se abrazan ahora. Es cierto, piensa de nuevo Miguel: hoy ha sido un buen día.
Por suerte apagó el noticiero, porque muy cerca, en Wilde, están pasando cosas terribles.