lunes, 8 de febrero de 2010

HAITÍ


Levantó su mirada al cielorraso y preguntó por qué. Cuál era la razón.
Después, desde el ventanal continuó la búsqueda de una respuesta que no halló.
Se fue a la cocina. Peló tres papas y una batata y dejó la carne en huevo y provenzal.
Se sacó el delantal ordenó un poco su cabello, tomó algo de dinero y salió.
Hacía mucho calor.
Descubrió en las miradas y los comentarios del barrio una vaga sensación de desconcierto.
Algunas nubes opacaron por un rato el sol de enero.
Dejó la coca cola, los pall mall y una cajita de caldos sobre la mesa de la cocina.
Entró en la habitación y armó las camas. En el baño cambió las toallas y revisó si el frasco de champú aún tenía contenido, colocó los hisopos en su lugar; en tanto una opresión en el pecho no la dejaba respirar bien.
Puso la pava para el mate de media mañana mientras Víctor Hugo hacía que su audiencia se deleitase con el fragmento de una ópera.
En el lavadero hizo todo muy rápido: un poco de jabón líquido, suavizante y toda la ropa blanca con lavado completo.
Sintió un mareo. Se tomó de la pileta y despacio se dirigió a la cocina.
Ya en la silla miró el agua que estaba hirviendo. Habría que poner otra.
Al levantarse revolvió un poco las milanesas y se preguntó dónde estaba Dios. En Haití seguro que no- se dijo.
La radio continuaba contando acerca del desastre. Las imágenes de la TV sin audio, le generaron pavor.
De la heladera sacó una soda.
El calor abrumaba.
Llamó a su amiga. Dejó mensaje y comenzó a rebozar las milanesas.
Miró de nuevo el cielo por la ventana. Y una molestia en la órbita de los ojos la sobresaltó.
La radio pintaba un desorden de política interna al que no quiso darle mayor importancia. Las imágenes de aquellos niños en el medio de los escombros le habían pegado en el alma.
Dejó las milanesas en la heladera. Apagó el cigarrillo. Tomó soda y cambió el agua para el mate.
Se fue al comedor. Se sentó en el silloncito de la ochava.
Miró la tele. Escuchó desde la radio parte de “Caballería Rusticana” y decidió que era mejor apagar la televisión, quedarse en silencio con la música.
Las pulsaciones eran demasiadas. Busco socorro en las pastillas para la presión. Volvió a sentarse y lloró.
Lloró mucho.
Lloró el resto de la mañana.

1 comentario:

  1. Genial, Pato... esta facilidad que tenés para combinar cuestiones super complejas (desde los cuestionamientos que cada uno de nosotros puede hacerse y que efectivamente también se hacen tus personajes) con la cotidianeidad misma...
    "Al levantarse revolvió un poco las milanesas y se preguntó dónde estaba Dios. En Haití seguro que no- se dijo" ... Un pasaje exquisito de tu texto, me animaría a decir...

    Beso

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